Intentando hallar nuevos derroteros en el trabajo de administrar la interpretación colectiva en un ámbito de lectura artificial como la clase de Literatura, me propuse integrar una obra diferente a las que venía trabajando en los cursos de sexto año, al inicio, cuando debemos interactuar con algo vagamente delimitado bajo el mote de "literatura romántica". Con este objetivo en el hueco de mi frente, recordé haber visto un video de la mezzosoprano letona Elina Garanca de una interpretación de 2010 de Carmen de Georges Bizet. Elina es, sin dudas, una mujer con todas las letras.
Pero lo importante no es cuántas letras tiene Elina, que son como cinco, sino la novela de Mérimée de 1845. La calidad de la novela no es demasiado alta, es cierto, tal vez los personajes sean superficiales, el argumento inocente y en general no tenga demasiado atractivo. Sin embargo, la obra de Bizet conserva como punto de partida a la de Mérimée (y Mérimée, además, ya había tomado el tema del folclore español). Bizet estrenó su Carmen un día de lluvia de 1875 (y a nadie le gustó) lo que la sitúa bastante lejos cronológicamente del romanticismo. Ríe Bécquer. Podemos estar de acuerdo con que los años no pasan para el romanticismo. Y lo otro es que, a decir verdad, no parece fácil trabajar con ópera en el liceo sin sufrir heridas que dejarán marcas permanentes.
Por otra parte, Bizet no escribió el guion de su Carmen sino que fue responsabilidad de otros dos caballeros: Halévy y Meilhac. Así que esos deberían ser los verdaderos autores a trabajar si tomáramos, por poner un ejemplo, L'amour est un oiseau rebelle (El amor es un pájaro rebelde), también conocida como la "Habanera" de Bizet (porque Carmen trabajaba haciendo habanos en una cigarrería, era gitana, prostituta y bruja).
Y otro problema que termina de complicar el asunto de la identidad de la obra y la autoria del texto de la Habanera viene dado por el hecho de que no lo trabajaremos jamás en francés y entonces debemos necesariamente incluir el nombre del traductor; traductor que ya no es el de la novelita de Mérimée ("traductores" en mi edición de Cátedra de 2003: Luis López Jiménez y Luis-Eduardo López Esteve). De hecho, la Habanera en sí no tiene traductor*.
Y el reconocimiento de la coautoría del traductor es cosa más que justificada, aunque debiera aclararse siempre de este modo: "coautoría por traducción".
Chanzas aparte y sin voluntad de ahondar en el problema (un problema este de meterme con Carmen que a decir verdad creé yo solito y porque sí), puedo decir que: primero, un aria de una ópera no pertenece al dominio de la literatura, por lo tanto, solamente podríamos trabajar con su guion, que deberíamos adscribir al género dramático; segundo, que aunque la interpretación de Elina sea seductora es cierto que hay otras manifestaciones del romanticismo mucho más atractivas (Melville, M. Shelley, Whitman) sin tener que caer en el pobre Baudelaire o en el torturadísimo E. Allan Poe; y tercero, que es desvirtuar (esto a los puristas los va a hacer gritar de placer) el arte literario al presentarlo a través de los ropajes de lo audiovisual con el afán de hacerlo más atractivo para las generaciones de no lectores, carentes de gusto y sensibilidad. La literatura se lee. Punto.
*Pero profesor, me extraña. Recuerde que su edición de Cátedra trae al final todo el libreto de la ópera de Bizet... en español. Los traductores son los mismos que los de la novela.