Inteligencia y cultura no son lo mismo. Alguien puede ser inteligente sin ser culto y alguien puede ser culto sin ser inteligente. Todo se reduce a los recursos. El inteligente no culto, con pocos recursos es capaz de hacer maravillas. El culto no inteligente se esconderá detrás de un muro de información que escasamente sea relevante; muchos recursos y nada más.
La inteligencia tampoco es astucia. La astucia es la inteligencia aplicada a un único fin, mejorar las condiciones de vida, manipular, generar estrategias para medrar sin importar cómo. Hay un juicio moral detrás del uso de la inteligencia.
La trampa es audacia.
El cínico es un audaz, pero no es inteligente en sentido amplio. La inteligencia abarca, entiende y es hermosa. No quiere lucirse, es generosa y sencilla. La audacia es miseria y destruye el alma. Audaz es aquel que ve la oportunidad y la toma, pero se sabe impostor.
Hubo un tiempo en el que fui un cínico, pero me di cuenta de que no había camino en eso. El cínico mira con desdén al mundo y se ríe. El desesperado vacío sólo puede servir al mundo por migajas de placer. Y luego estamos los que sufrimos, pero hemos hallado en la inteligencia una especie de consuelo. Tenemos una fe y una esperanza.
Y estamos muertos.