Más de una vez he escuchado decir que el ajuste fino necesario de los valores de las constantes en nuestro universo que posibilitan nuestra existencia se explica por la posible existencia de otros universos (infinitos o no) en los que "el ajuste especial" no existe.
Esto es especialmente valorado por aquellos que quieren quitar a Dios de la ecuación.
Esa idea me parece interesante por más de un motivo. En primer término, si la tomamos al pie de la letra hace referencia al universo tal y como lo conocemos y es ridículo afirmar que este universo es uno entre muchos que se ajusta a sus propias características. Todo universo posible se ajusta a sus propias características.
Si reparamos en que había bajísimas probabilidades de que ocurriera el ajuste y lo explicamos por una lógica cuantitativa, pronto habremos de reconocer sin problemas que, en otros universos y bajo leyes muy distintas, podría también ahora mismo una especie muy diferente a nosotros y sin embargo también inteligente, diciendo algo parecido.
Lo que hay detrás de todo esto es la idea de "hospitalidad universal". Es curioso que nosotros mismos creamos que el universo en el que vivimos y del que no sólo formamos parte sino que somos (somos el universo) pudiera haberse vuelto inhóspito para nosotros.
Es de esperarse que, de no cambiar ostensiblemente las condiciones de nuestra existencia (el universo), sigamos habitando sin problemas el universo que somos. Si hablamos de extinción, de basura, de destrucción de los ecosistemas... No deberíamos encontrar en esos procesos otra cosa que naturaleza. El petróleo que ensucia el mar, el humo de los caños de escape, el nylon que mata tortugas y peces, nada de eso es capaz de atravesar los límites del universo. De hecho, su origen es estrictamente natural.
Intervenimos, pero somos también nosotros pura naturaleza. Es un proceso natural la extracción de petróleo y también la liberación de dióxido de carbono a la atmósfera. El planeta cambia y nosotros lo hacemos cambiar.
Esta idea puede parecer escandalosa a un activista, pero pronto reconocerá que el ser humano junto con todo lo que es resultado de su existencia y su acción sobre la naturaleza, es también naturaleza. Somos el planeta y somos su naturaleza.
Cuando hablaba de la idea de infinito hacia adentro y de las dos razones en la entrada sobre el supermicroscopio, en el fondo también estaba esta idea. Una razón en el ser humano hace a nuestro universo comprensible, la otra, lo hace incomprensible. Una nos lo muestra como una colección articulada de unidades discretas, otra, como un infinito de posibilidades abiertas y amenazantes. Si cada espacio imaginable es ampliable, si cada trozo de universo es fraccionable, nuestra existencia se debe al milagro de que nos ha parido una razón simplificadora y ciega a la complejidad profunda que no sólo habitamos sino que somos.
La comprensión profunda de aquello que nos dicta la segunda razón lleva a la inmovilidad y a la disfunción; es la desincronización absoluta con los otros, la apatía total, el suicidio simbólico.